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LUCÍA DE STEFANO: "SI EL AGUA ES UN RECURSO 'ESCASO Y LIMITADO' HACE FALTA PREGUNTARSE QUÉ SE PUEDE HACER CON ELLO Y QUÉ NO"



Lucia De Stefano¿Por qué aunque la desertificación es uno de los principales retos ambientales de nuestro tiempo, no ocupa un papel predominante en la agenda y la opinión pública?

Según datos oficiales, más del 17% del territorio español tiene un riesgo alto o muy alto de desertificación, y en total el 74% tiene un clima que lo hace susceptible a la desertificación. Es cierto que, pesar de estas cifras, la desertificación está casi ausente en los medios de comunicación y, por ende, de la agenda política. Creo que hay muchos factores que contribuyen a ello; por ejemplo, primero, porque se trata de procesos que ocurren de forma paulatina y distribuida en el territorio, por lo que no se prestan a dar titulares o posts en las redes sociales; segundo, porque ponerle remedio supone un trabajo continuo y capilar, que tampoco resulta atractivo ni para los políticos ni para los medios de comunicación; tercero, porque quizás las personas que no son del sector o que no viven en el territorio – léase por ejemplo la población urbana – no están acostumbrados a identificar los efectos de la desertificación en el paisaje. Además, en la población general hay un conocimiento muy escaso de qué es un suelo, su importancia y las consecuencias de su pérdida.

En zonas mediterráneas la degradación del suelo es casi irreversible, salvo invirtiendo muchísimos recursos. El valor del suelo como recurso natural de sustento es clave en los países áridos y semiáridos, lo cual es absolutamente desconocido.

No ocurre lo mismo con la sequía, que resulta mucho más mediática, al tocar el imaginario colectivo de la falta de agua y al afectar sectores productivos – la agricultura, la producción de energía hidroeléctrica – que tienen una fuerte capacidad de comunicación tanto en los medios como con la clase política. Aun así, es interesante observar como el interés de los medios se mantiene solo en momentos puntuales, por ejemplo, si la escasez de lluvias coincide en el tiempo también con temperaturas muy elevadas, que es lo que todos notarán, independientemente de dónde vivan y a qué se dediquen.

¿Cuáles son los principales factores que contribuyen a la desertificación en España y qué medidas transformadoras son necesarias emprender?

Creo que el diagnóstico de los factores es bien conocido – el clima, las altas pendientes, la intensificación del uso del territorio, las malas prácticas en el manejo del suelo - y la mala noticia es que esos factores se están intensificando. El aumento de la temperatura y de los fenómenos meteorológicos extremos son hechos con los que tenemos que aprender a convivir. La intensificación del uso del territorio es algo que deberíamos gestionar mejor, siendo más conscientes del impacto que tiene sobre el suelo y el agua. Por ejemplo, la impermeabilización de las ciudades que impide la infiltración de la lluvia y aumenta la intensidad de la escorrentía – y por tanto de la erosión y de la contaminación - es algo que ya tiene soluciones maduras pero que lamentablemente apenas está en la agenda política. La intensificación de la agricultura para producir más y optimizar la producción a menudo supone prácticas y usos que afectan negativamente la calidad de los suelos y de los recursos hídricos. También en ese caso existen soluciones de compromiso entre los beneficios económicos y la sostenibilidad a largo plazo, pero cuesta asumir que la naturaleza nos ponga límites.


¿Cuáles son los acuerdos clave que considera necesarios para abordar los desafíos hídricos actuales y futuros en nuestro país, y qué actores involucran?

Destacaría dos temas; primero, cómo vamos a ajustarnos a una disponibilidad de agua menguante: en España las medidas históricas y las proyecciones climáticas apuntan de manera unívoca a un aumento de la temperatura, que significa mayor evapotranspiración y por tanto menos disponibilidad de agua para todos los usos. Desafortunadamente, no hay real decreto ni presa que la vaya poder hacer aumentar y la desalación tampoco nos va a resolver el problema de forma generalizada. En el regadío, la modernización o la reutilización son soluciones técnicas que tienen ventajas, pero no aportan nuevos recursos. Si el agua es un recurso “escaso y limitado” hace falta preguntarse qué se puede hacer con ello y qué no. Y en esa reflexión necesariamente la agricultura - y en particular la agricultura en regadío - tiene un papel clave.

El otro tema que destacaría es la necesidad de proteger las fuentes de agua que nos abastecen de este recurso, simplemente porque podrán seguir haciéndolo solo si están en buen estado. Un acuífero contaminado o un río convertido en un canal que transporta agua no nos aportarán agua de calidad ni podrán sustentar muchos otros procesos de los que nos beneficiamos, como: el aporte de sedimentos y nutrientes, el control de la erosión, el mantenimiento de la biodiversidad.

Los acuerdos para abordar estos y otros desafíos requieren involucrar a los todos sectores productivos, a la administración, y a la sociedad civil, y hacerlo en un contexto político crispado. De ahí que esos acuerdos sean tan difíciles de alcanzar y de poner en práctica. Además, es esencial tener en cuenta la diversidad dentro de grupos de interés que a menudo se consideran como algo homogéneo, como es el caso de los municipios o de los agricultores. Los debates suelen ser copados por los grandes, mientras que los medianos y pequeños tienen problemas muy distintos, pero igualmente relevantes a la hora de llegar soluciones duraderas.


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