Belén Ramos forma parte del comité técnico Estrategia de Químicos para la Sostenibilidad, para un entorno libre de tóxicos, constituido en el marco de CONAMA 2024. Es responsable de asuntos internacionales en DAQUAS, la Asociación Española del Agua Urbana (antes AEAS), que agrupa a entidades, profesionales y operadores dedicados a la gestión del ciclo urbano del agua en España.
Con experiencia en proyectos nacionales e internacionales sobre agua, calidad del aire, economía circular y seguridad química, Belén aporta en esta entrevista para la campaña #HablemosDeQuímicos una visión técnica y accesible sobre los retos en la detección y eliminación de sustancias químicas tóxicas en el agua.
Subraya la necesidad de actuar desde el origen para prevenir la contaminación y recuerda que, para lograrlo, se requieren “restricciones de uso, un buen control de los vertidos industriales y campañas de concienciación a la ciudadanía”.
¿Qué regulación existe actualmente para el control de sustancias químicas en el agua?
Existen límites de concentración para diversas sustancias químicas, tanto en el agua de consumo humano (RD 3/2023) como en la nueva Directiva de Tratamiento de Aguas Residuales Urbanas (Directiva 2024/3019).
Además, se está impulsando en Europa el desarrollo de normas que eviten que estos contaminantes lleguen al agua, porque la mejor forma de abordar este problema es evitar la contaminación en origen.
Destacan por su relevancia, el reglamento REACH, la reciente Directiva de Emisiones Industriales (Directiva 2024/1785) y los avances en la propuesta de la Comisión que modifica conjuntamente la Directiva Marco del Agua, la de aguas subterráneas y la de estándares de calidad (NCA). También, están en marcha la revisión del reglamento de detergentes, el paquete legislativo sobre productos farmacéuticos o la directiva sobre vigilancia del suelo.
Pero no serán los últimos movimientos, porque se plantea rebajar o establecer límites para ciertas sustancias por las nuevas evidencias científicas, como PFAS.
¿Cuáles son los principales retos en la eliminación de sustancias tóxicas, especialmente químicos persistentes, en los sistemas de abastecimiento y tratamiento de agua?
El principal reto para la eliminación de sustancias químicas tóxicas es evitar que entren en el ciclo del agua. Esto se conseguirá mediante restricciones de uso, un buen control de los vertidos industriales y campañas de concienciación a la ciudadanía.
Dado que el proceso de prevención requiere tiempo, hay que trabajar paralelamente en la eliminación en el agua, proceso que requiere tecnologías que son caras y complejas.
También son tratamientos que impactan sobre el medio ambiente, porque además de necesitar mucha energía, generan residuos que contienen las sustancias químicas retenidas y necesitan un tratamiento adecuado.
Otro punto a tener en cuenta es que estamos hablando de múltiples sustancias, de naturaleza muy diferente, que pueden llegar al agua desde fuentes muy diversas y que no lo hacen de forma constante. Esto hace que sea especialmente complicado el dimensionamiento de las instalaciones.
¿Qué tecnologías están emergiendo para mejorar la detección y eliminación de sustancias químicas en el agua?
Tenemos tecnologías suficientes para poder conseguir eliminación de la mayoría de estos compuestos. Fijándonos en otros países que ya llevan años trabajando en este tema, como Suiza, se pueden aplicar tratamientos como ozono y carbón activo. En el caso de ozono, con tratamientos de biofiltración posteriores, para eliminar posibles toxicidades o subproductos peligrosos. En el caso del carbón activo, hay que tener en cuenta que los contaminantes quedan adsorbidos en este material, por lo que se necesita un tratamiento posterior, o gestión adecuada, para su eliminación. Otras tecnologías muy efectivas son la ósmosis inversa o la nanofiltración, pero actúan concentrando el problema, no lo solucionan.
En cuanto a los métodos analíticos, también han mejorado mucho en los últimos años. La cromatografía de gases o la HPLC acoplada a la espectrometría de masas permiten detectar concentraciones muy bajas, del orden de nanogramos, para muchas sustancias químicas.
¿Quién debe financiar los costes adicionales que supone esta detección y eliminación de sustancias químicas en el agua?
Aplicando el principio básico de las políticas ambientales europeas “quien contamina paga”, quien debe asumir los costes adicionales ocasionados es el fabricante o responsable de poner dichos productos en el mercado.
Desde Europa se ha venido impulsando para este fin la creación de la figura de la Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP) y se ha ido implantando desde 1997 en la gestión de múltiples residuos sólidos urbanos como envases, pilas, neumáticos…
Sin embargo, en el ámbito del agua no hay experiencia hasta el momento. Se acaba de incluir por primera vez en la nueva directiva de aguas residuales (Directiva 2024/3019) para cubrir los costes de eliminación de microcontaminantes en las plantas depuradoras, pero aún está por desarrollar. También se habla en Europa de la posibilidad de aplicarlo en un futuro para cubrir los costes de eliminación de contaminantes específicos como ya ha ocurrido en EE.UU. con los PFAS.
Recientemente en Bélgica, se detectaron niveles de PFAS que superaban en muchos casos los considerados como seguros y esto planteó serias preocupaciones para la salud pública.
En su opinión ¿Cómo de importante serán las acciones de comunicación y sensibilización para trasladar los mensajes adecuados a la población?, ¿Qué estrategias considera más efectivas para mejorar el acceso a la información sobre sustancias químicas y sus riesgos?
La ciudadanía debe conocer el ciclo del agua para poder valorar el coste que supone mantener permanentemente el acceso a este recurso, pero también todas las acciones y controles a los que se somete el agua para garantizar la protección, incluida la contaminación química, para poder confiar en la calidad del servicio. Para ello, es necesario mantener acciones de sensibilización y canales de información desde los organismos implicados a lo largo del ciclo urbano del agua, sin esperar a tener una crisis.
Cuando surgen momentos como los vividos recientemente con el tema de PFAS, es clave poner a disposición de la población información específica en un lenguaje comprensible para que pueda contextualizar el problema y evitar alarmas innecesarias, transmitir mensajes alineados desde las instituciones y, si fuera necesario, acometer las medidas correctoras necesarias para asegurar la calidad e intensificar los controles, como hicieron los operadores belgas en el caso mencionado.
