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El reto de adaptar la costa al cambio climático: “Hay que replantear los límites de la primera línea de playa”

Entrevista a Joaquín Farinós, miembro del CT30 de Conama 2020 y uno de los autores del informe “Soluciones ante los riesgos climáticos en ríos y costas” sobre los efectos del calentamiento global en el área mediterránea, las acciones de adaptación y las características de los planes hidrológicos, actualmente abiertos a consulta pública.

L’Albufera de Valencia. Fuente: Pixabay.

La cuenca Mediterránea y la costa valenciana es uno de los puntos más vulnerables a los efectos del cambio climático. Las previsiones del Visor para la adaptación al cambio climático de la costa elaborado por el Institut Cartogràfic Valencià, apuntan a que, en los peores escenarios, entre 2050 y 2100, se podrían producir grandes inundaciones en la costa, pérdida de playas como Peñíscola o daños de ecosistemas tan valiosos como L’Albufera.

Ante ello, ¿son los Planes Hidrológicos -abiertos actualmente a consulta pública- lo suficientemente ambiciosos? Hablamos sobre este tema y de las acciones de adaptación climática con Joaquín Farinós, Catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universitat de València y uno de los autores del informe del CT30 de Conama 2020Soluciones ante los riesgos climáticos en ríos y costas.

PREGUNTA: ¿Cuáles son las áreas más vulnerables al cambio climático en España?

RESPUESTA: Una de las áreas más vulnerables al cambio climático es, sin duda, el ámbito mediterráneo. Las previsiones apuntan a que, en esta región, cada vez van a ser más habituales los fenómenos extremos a causa del calentamiento global. En España, si miramos Comunidades Autónomas como la Valenciana, preocupa el incremento del nivel del mar, las inundaciones en la costa, la afectación a los niveles de sedimentación de las cuencas y la pérdida del equilibrio natural de ecosistemas tan valiosos como los humedales.

P.: ¿Qué repercusión tendrán estos impactos en el resto del territorio?

R.: Las repercusiones en el área mediterránea no solo se notarán en el ámbito ambiental, sino también en el económico y social: puede destruir cultivos, negocios y playas destinadas al ocio o al turismo, así como viviendas y parte de la trama urbana costera de los pueblos y ciudades. Los daños, sin embargo, no se reducirán exclusivamente a estas áreas. Se espera que con el tiempo el resto de España se “mediterranice”, por lo que estudiar la evolución de esta zona puede servirnos como punto de referencia sobre cómo hacer frente a estos efectos en otros lugares.

P.: ¿Estamos preparados para enfrentar estos problemas?

Los mecanismos de actuación actuales ya no son suficientes. Hasta ahora, nos valemos de la declaración de zona catastrófica o las herramientas de compensación de los seguros porque se tratan de situaciones extraordinarias, pero si las inundaciones y tormentas se hacen más frecuentes, habrá que destinar más recursos y cubrir todos los daños va a ser muy complejo. Por ello, hay que priorizar la prevención y la adaptación de las zonas más vulnerables; de forma estructural y estratégica y no solo coyuntural y paliativa a cada momento.

P.: Actualmente, los Planes Hidrológicos y el Programa de trabajo 2012-2025 de Plan Nacional de Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) están abiertos a consulta pública. ¿Qué debe cambiar en la gestión?

R.: Hay que apostar por una buena planificación territorial, ya que hasta ahora, hemos tenido poca visión de conjunto. Con la directiva marco del agua del 2000, se intentó, pero ha tenido muchas dificultades para su aplicación. En cuanto a los Planes Hidrológicos y los Planes de Adaptación al Cambio Climático, son herramientas muy útiles, pero no siempre han sido todo lo ambiciosos y decididos que deberían; al arte de lo posible se suele imponer a lo necesario y urgente, solo que en este caso lo segundo admite poca o ninguna demora. Deberíamos cambiar el enfoque y negociar de forma abierta planes más prácticos con todos los sectores, para definir objetivos, alternativas finales y asegurar su implementación rápida y eficiente. Además, es importante aumentar la financiación, ser más contundentes en los mensajes y ser rigurosos a la hora de medir (evaluar, legitimando por resultados) los efectos de las acciones de adaptación que se ponen en marcha.

P.: El turismo y el urbanismo han sido dos de los sectores que más ha estado presente en la costa en los últimos años. ¿Cómo puede verse afectados y como puede adaptarse?

R.: El turismo ha sido una actividad importante en la costa de nuestro país desde los años 60 que ha traído aparejado, en ocasiones, el desarrollo del urbanismo de manera desmesurada y sin tener en cuenta el medio ambiente. Esto, sin embargo, al final pasa factura y cuando se produzcan estos fenómenos extremos, lamentablemente va a haber áreas muy afectadas y difíciles de restituir.

Por tanto, hay que replantearse los límites de la primera línea de playa, especialmente, aquellos en los que se pueden desarrollar nuevas urbanizaciones en la costa; más aun teniendo en cuenta el incremento del nivel del mar. Desde el punto de vista de lo ya edificado, existen actualmente algunas experiencias, como en el Reino Unido, donde aquellas zonas que han sido tomadas por el mar, estas se le devuelven, es decir, se opta por no re-construir de nuevo.

Tampoco podemos continuar ocupando estos espacios sin unos conectores verdes y sin unas buenas defensas de conservación de la costa, en especial las playas. El Protocolo del Mediterráneo, ratificado por España y la UE, ya obliga a dejar 100 metros respecto a la línea de costa deslindada a cota 0. A día de hoy, ante el aumento de los fenómenos atmosféricos extremos asociados al cambio climático, incluso deberíamos ser más prudentes y retrasar este límite hasta los 500 m. tal y como ya se empieza a considerar en algunos planes.

P.: En el informe “Soluciones ante los riesgos climáticos en ríos y costas” se proponen diversas líneas de trabajo esenciales en las áreas fluviales y costeras. ¿Cuáles destacaría?

Hay dos líneas prioritarias en las que deberíamos trabajar fundamentalmente: la salud y la ciudad. En el primer caso, debemos informar más de los riesgos del cambio climático para la salud humana y actuar en consecuencia para protegernos. En este sentido el cuidado de la biodiversidad, muy rica en los espacios de ribera y costeros, resulta prioritaria.

Respecto a los espacios urbanos, hay que tener en cuenta que son lugares muy impermeables, que impiden la infiltración y favorecen la escorrentía ante fenómenos extremos por lo que hay que comenzar a renaturalizarlos y pensar en las soluciones basadas en la naturaleza (SbN).

En cuanto a las playas, destacaría la importancia de fijar las dunas y los reservorios de arena, para que, en caso de desastre, la reconstrucción de la zona sea lo más fácil posible. Hoy en día, ya hay proyectos muy interesantes en estos ámbitos que se están haciendo desde instituciones y entidades; algunas de ellas se pueden encontrar en el informe y el fondo documental de Conama 2020.

Consulta el informe completo aquí.