¿Cómo llegan las sustancias químicas a mares y océanos? ¿Y qué sabemos sobre su presencia en los productos que usamos a diario?
En esta entrevista con Darío Montes Santamaría, técnico en gestión medioambiental de Fundación Vida Sostenible, exploramos los vínculos entre el uso cotidiano de sustancias químicas, la falta de transparencia en su comunicación, y su impacto sobre la biodiversidad marina.
En el marco de la campaña #HablemosDeQuímicos, reflexiona sobre el papel de las administraciones, la responsabilidad de la industria y herramientas como la app Scan4Chem, que buscan acercar el “derecho a saber” a la ciudadanía.
Desde Fundación Vida Sostenible trabajáis en la promoción del “derecho a saber” de las personas consumidoras sobre sustancias químicas presentes en artículos cotidianos. ¿Cuáles son las mayores dificultades que encuentra la ciudadanía a la hora de acceder a esta información? ¿Qué medidas son necesarias implementar desde las instituciones para mejorar esta situación?
La mayor dificultad es que no hay información accesible. La contaminación química en España no es una prioridad porque no somos conscientes de su gravedad. Poca gente sabe que hemos superado el límite planetario de contaminación por nuevas entidades o, dicho de otra manera, químicos generados y usados por nuestra industria. Además, ante esta situación, las empresas no muestran preocupación hacia la dejación de sus obligaciones de informar y las administraciones no lo incluyen entre sus prioridades.
Como anécdota: escribimos a todas las administraciones competentes en consumo y sanidad, a nivel nacional y autonómico. Solo contestaron dos o tres y ¡ni siquiera conocían el derecho a saber de las personas consumidoras! Conocían otros aspectos del Reglamento REACH, pero no el referente al artículo 33 sobre el derecho del consumidor. Así que todavía queda mucho por hacer, desde formar al funcionariado responsable como poner más recursos humanos a garantizar el derecho a estar informadas.
Como parte del proyecto europeo LIFE AskREACH, habéis lanzando la app Scan4Chem. ¿Cuáles son los objetivos de esta aplicación? ¿Cómo se recaba la información disponible en la misma? ¿De qué manera ayuda a obtener información sobre las sustancias químicas presentes en los productos que utilizan?
El principal objetivo es promover el Derecho a Saber del Reglamento REACH, derecho por el cual la población debe ser informada sobre las Sustancias Extremadamente Preocupantes (SEP). Esta app otorga a la población un acceso fácil a información sobre la presencia de SEP a la vez que apoya a las empresas en el cumplimiento de este deber.
La información de SEP la deben suministrar fabricantes, importadoras o vendedoras de artículos. Por desgracia, no es obligatorio darla si no se les pregunta. Y solo están obligadas ante unas pocas si cumplen ciertos requisitos. Así que muy pocas empresas en todo Europa lo hacen. Tener acceso a esta información nos permitiría tomar elecciones de compra más conscientes.
A falta de esta información, la app tiene otra base de datos que creamos los administradores regionales de cada país. En ella volcamos marcas, códigos de barras y correos para contactar con las empresas de manera fácil. En caso de no estar registrado ningún dato, la persona usuaria tendría que buscar el correo por su cuenta o escribirnos para que lo hagamos nosotras y la incorporamos a la base de datos.
Es importante que desde la industria se facilite una información clara sobre la composición de sus productos, en este sentido, ¿qué mejoras son necesarias para garantizar la comunicación y transparencia y que la información llegue a las personas de forma clara y accesible?
En el caso más ambicioso, lo ideal sería que cada producto llevara un listado de componentes como tienen los productos alimentarios, una lista de ingredientes químicos que indiquen si son disruptores endocrinos, cancerígenos, dañinos para el entorno, etc. En un caso menos ambicioso, al menos poner etiquetas que indiquen que generan estos daños. Para ello, también serían necesarias campañas de comunicación para educar a la población sobre lo que significan y cómo manejarlas o evitarlas.
Pero como hemos dicho antes, actualmente, ni siquiera se cumple el derecho a saber cuando se pregunta. Hay que garantizarlo, facilitando así la transparencia, a través de un trabajo de las administraciones que persiga y sancione cuando las empresas no cumplan con su obligación de informar.
Por otro lado, hace dos años comenzasteis el proyecto Mares sin Tóxicos, sobre la afección de las sustancias químicas tóxicas sobre la biodiversidad marina. ¿Cuáles son las principales fuentes de estos contaminantes y cómo acaban llegando a los mares y océanos? ¿De qué manera afectan las sustancias químicas tóxicas a la fauna y flora marina?
Las principales fuentes se dan en los medios de producción: fertilizantes y agentes químicos en la agricultura, los efluentes de la industria textil o los plásticos son tres de los grandes contaminadores. Pero pueden llegar de todas las maneras posibles: desde vertidos directos de la producción hasta a través de nuestro sumidero cuando usamos un producto de limpieza o se desprende de nuestra ropa en la lavadora. Pero también pasan de la tierra contaminada al aire y de ahí al mar. Los mares y océanos son receptores constantes de contaminación química y residuos.
Y todo ello afecta de maneras múltiples a la vida marina igual que a las personas: todo tipo de sistemas vitales (endocrinos, inmunológicos, neurológicos, etc.) afectados, problemas de desarrollo y reproducción y hasta mortalidad. Y estamos hablando desde algas microscópicas hasta grandes cetáceos.
Desde la industria, ¿qué medidas se deberían tomar para evitar que estos contaminantes lleguen a los mares y océanos? Desde la sociedad, ¿qué cambios podemos realizar en nuestros hábitos de consumo para revertir esta situación?
Nuestro trabajo se dirige mucho hacia la población, hacia el individuo. Tratamos de dar herramientas para generar conocimiento que nos permita realizar elecciones más sanas para nuestra salud y la del planeta. Desde ahí, cada una en la medida que pueda, debe tratar de informarse y priorizar productos con la menor cantidad de SEP y otras sustancias que, aunque no estén categorizadas como SEP, sabemos que son nocivas. Informarnos en este tema sería lo primero que deberíamos hacer
Aunque nuestro trabajo se oriente ahí, sabemos que la mayor responsabilidad recae en la industria y en las administraciones. Estas últimas, de hecho, creemos que son las que más capacidad tienen porque la industria antepone el beneficio económico a todo siendo reacias al cambio. Las administraciones tienen ese poder para forzar el cambio. Pero en un mundo justo, la industria debería responsabilizarse de buscar alternativas para estas sustancias dañinas.
Por suerte, aunque sean una minoría, hay empresas que sí buscan no dañar químicamente. Aquí, como personas consumidoras, también podemos tener algo de impacto confiando y apostando por ellas aunque no nos ofrezcan las comodidades y precios que nos ofrecen las empresas más grandes.
Y, mientras tanto, seguir ejerciendo todo tipo de acciones de presión para que industrias y administraciones se pongan las pilas.
